Día de playa

Llegué a la plya sin mucho esfuerzo y encontré un sitio nada más entrar "oy mira que bien" pensé. Bajé la bolsa y saqué el móvil para llamar a Miguel porque no lo veía por ninguna parte. Me lo cogió al cuarto tono

Miguel soy yo, que al final me he venido a la playa porque he acabado en casa...¿dónde estaís?

Finalmente encontré un hueco gracias a las indicaciones de Ariadna y aparqué lo más perfecto que pude. Paré el coche y suspiré aliviado.

Bueno...ya hemos llegado, manteneos tranquilas hasta que descarguemos, ¿vale?- sonreí y bajé del coche tras abrir la puerta.Fui al maletero y lo abrí para sacar todos los bártulos que habíamos traído, parecía había más incluso...

África, encárgate de tus hermanas y coge la bolsa esta- señalé la bolsa de las toallas y la comida. Enseguida sonó el teléfono, era Catalina.

Dime...Pues acabamos de aparcar ¿Ah si? Pues mira que bien, vas a venir a cargar como todo el mundo- sonreí satisfecho- Te esperamos aquí, un beso- colgué.

Vuestra madre viene hacia aquí, por fin tendré un poco de tranquilidad- me desperecé a gusto.

Me sentía atosigada. Que si África coge esto, que si África coge lo otro...
Hice caso a las indicaciones de mi padre y, después de bajar del coche, cogí a Carmen en brazos y en la otra mano cogí la bolsa que me indicó mi padre.

- Carmen, tú sujétate fuerte a mi cuello. -Indiqué y luego miré a Ariadna.- Ari, tú no te despegues de mí, que no puedo tomarte de la mano.

Tendrá morro... ¿tranquilidad? ¡Pero si suelo ser yo la que cuida de mis hermanas!

Al final papá logró encontrar un hueco, en realidad fue Ariadna quien lo encontró y él aparcó. Luego le sonó el móvil y anunció quién había llamado, yo me puse más feliz.

- ¡Ami!-chillé en los brazos de África y me agarré a su cuello como ella me había dicho, aunque hubiese preferido ir andando. Miré a Ariadna con ojos curiosos para ver qué hacía.

Papá aparcó y salimos del coche.
Vi que África estaba algo agobiada, así que me quedé a su lado como ella había dicho (solía hacerle siempre caso) y la miré.

- ¿Te ayudo tata? - pregunté.

Llegué a donde estaban ellos montando la gorda para sacar todo del coche. Me acerqué a África y le cogí a Meer

Hola pequeñajas- me dirigí a Miguel- hola cariño, ¿qué mas queda por sacar?

Y allí llegó la mujer de la casa poniendo órden, dioses, qué gusto daba ver como las controlaba. Se acercó a mi con Meer en brazos, la cual parecía querer venirse conmigo. Lo dejé todo en el suelo y la sujeté a ella fuertemente.

Pues la sombrilla, las sillas y demás...-sonreí cogiendo la nevera que era lo que más pesaba, Encargaos vosotras de lo demás vale?, yo me llevo a las niñas, ¡vamos Ari!

Me llevé a Ariadna y a Meer a mi lado junto con la nevera y me adelanté unos pasos, ellas vinieron detrás con lo que faltaba y cerré el coche como pude.

Mamá cogió a Carmen, de forma que me quedó la otra mano libre. Después papá cogió a Carmen, como si ella fuese una pelota o algo, luego cogió la nevera y se llevó con él a Ariadna.
Puse los ojos en blanco y suspiré con impaciencia. Me puse la bolsa a la espalda como si fuese una mochila y fui a por la sombrilla y una silla.

- Cual burros de carga... -Rechisté en una voz muy baja.- Mamá, coje tú el resto, que no me quedan manos. -Informé y me puse a andar detrás de mi padre.

- ¡Hoia, amá!-exclamé y me cogió en brazos. Luego fue hasta papá y yo extendí los brazos hacia él para que me cogiera. Lo hizo y me puse más feliz, si eso podía ser posible. Me apoyé en su pecho, siempre estaba cómoda en los brazos de papá.- A la piaya, apá, amos, orre.-dije dándole golpecitos en el pecho.

-¡Hola mamá! - dije animada mientras me acercaba a ella para darle un abrazo después de que Carmen estuviera en brazos de papá.

Corrí tres pasos para llegar al lado de mi padre y después fui dando saltitos felizmente.

Me quedé un rato mirando a Carmen, que estaba en brazos de papá, siempre la cogían y yo nunca lo había hecho, si no era mamá, era papá, si no era papá era África o si no era Leo para colgarla del ventilador o ponerla bocabajo.

Alcé los brazos hacia mi padre.

- Dame a la tata - dije, quería llevarla yo.

Cogí la bolsa que em decía África y tiramos para la arena, empecé a disponer las cosas, que si las toallas, la nevera e hice un llamamiento general

¡A ver! ¡todo el mundo aquí que os voy a echar crema que luego si no os poneís como gambas... por cierto nada de meterse muy adentro a nos ser que estemos papá y yo ¿de acuerdo? ahí os he traído los cubos y las palas así que mejor en la orilla y si querís bañaros nos lo decís- no quería tener más disgutos como el que tuve con África de peueña

Una vez instalados, gracias a dios..., ayudé a mamá-Delial a enbadurnar a las niñas. Después cogí la sombrilla y la clavé en la arena, intentando que se estuviese estable.

Estupendo, más trastos...-dije en voz baja cuando Catalina dijo aquello, no me creía que nos hubiese cabido todo en el maletero...

Dejé las cosas sobre la arena de la playa con cuidado y miré el mar. Fruncí los labios. Lo único que me gustaba de allí era jugar en la arena como una cría, y sentir la brisa del mar, el aire salinizado... pero nada más.
El agua me daba miedo, comencé a tenerle miedo cuando las olas me tragaron tan violentamente cuando era pequeña. Se me pusieron los pelos de punta al recordarlo, así que decidí pensar en otra cosa.
Green Day... oh...

- Yo no quiero crema. -Me negué.- Voy a estar a la sombra todo el rato.

Vi los juguetes y me emocioné. Papá me había dejado en el suelo y yo me tiré y me revolqué en la arena dando vueltas como un rodillo mientras reí a a carcajadas.

- ¡Piaya, piaya!-chillé pero entonces me horroricé cuando escuché lo de la crema, ¡Yo no quería echarme ese pegote!- ¡No, quema no!-grité y me fui corriendo.

Por extraño que fuera yo sí que me acerqué a mi madre para que me pusiera crema.

A mí me gustaba, era divertido sentirse escurridiza y resbaladiza, y más me gustaba restregarme contra mi padre cuando tenía mucha crema, sabía que éso no le resultaba agradable. Eso sí... aunque molestaba que se enganchara un poco la arena pero eso acababa pasando.
Además, yo recordaba que una vez me quemé un poco y las pasé canutas.

- Mamá, ponme - dije mientras daba saltitos esperando a ir corriendo al agua, pero antes me tenían que hinchar los manguitos.

A ver ven aquí Carmen- y la agarré del brazo aunque estuviera retorciéndose. La eché crema y la dejé libré. Luego cogí a Ari y le eché crema también. Miré a África
Hija... si vas a jugar en la orilla con tus hermanas mejor sera que te eches crema que eres muy blanquita

Mientras Lady Delial hacia de las suyas, aproveché para clavar la gigantesca sombrilla familiar que teníamos, la gente miraba raro ya que lo normal era una sombrilla tamaño estandar. Listo- me sentí orgulloso.

Acto seguido dejé las cosas bajo la sombrilla y me desabroché la camisa, dejándola colgada en los soportes de ésta. Después cogí los manguitos de las dos peques y me puse a hincharlos - Va siendo hora de enseñaros a nadar eh...esto es un suplicio.

Solté un suspiro-pedorreta con los labios. Me gustaba estar blanquita, no quería quemarme ni ponerme morena, aunque si me pasaba alguna vez siempre perdía el color enseguida, parecía que ya la melanina no actuaba en mi cuerpo. Mejor.
Me resigné y cogí el tubo de aquella pringosa crema y me la puse obedientemente por las mejillas y los brazos, como mi madre hacía cuando yo era pequeña.

- ¡No!-chillé haciendo un pucherito con los labios mientras mamá me agarraba del brazo, odiaba ser tan pequeña, todos podían conmigo. Al final mamá me echó la crema y yo hinché los carillos cruzándome de brazos.

Me giré hacia el mar y sonreí como una cabrona, eché una mirada rápida a la familia y después miré al mar de nuevo y eché a correr.

- ¡Awa!