Día de playa

Qué suplicio. No se cómo se lo había montado Catalina aquella mañana, pero me había encasquetado a las tres niñas, la sombrilla y la nevera: Día de playa con mis tres monstru...digo...angelitos. Y así fue. Catalina se quedó en casa por no se qué motivos suyos, Leo se encerró en la habitación, tenía resaca, así que las niñas y yo nos disponíamos a un "Tranquilo y alegre" día de playa...

Me encontraba en la puerta de casa, con la puerta del maletero del coche abierta e intentando que cupieran todos los trastos que mis queridas hijas habían metido, aunque todavía faltaban las tres por salir...a este paso pillaríamos atasco y no habría aparcamiento ¡¡y luego la culpa sería mía!!...en fin.

¡Vamos chicas! - grité desde fuera mirando a casa- ¡África no te olvides de tu hermana!- refiriéndome obviamente a la pequeña de todas que le pirraba ir a la playa. Hacía un día perfecto, esperaba que no se estropeara...

No sé cómo cojones me habían convencido, o más bien cómo habían logrado obligarme a ir a un sitio tan agobiante como lo era la playa. Tampoco sabía cómo habían logrado comprarme un asqueroso bikini, aunque por lo menos la parte de abajo también dependía de un bañador como el de los chicos, de pantalón amplio. Aún así la expresión de mi rostro denotaba incomodidad y frustración. Llevaba el pelo recogido en una coleta, ya que sino moriría de un soponcio por el calor.

Me puse una camiseta larga y negra de Green Day (con temática de American Idiot) encima del bañador. Cogí a la pequeña Carmen en brazos con cuidado. Papá ya lo había metido todo en el coche y solo faltábamos nosotras.

- Ven, Ari. -Llamé a mi hermana pequeña y la tomé con cuidado de la mano mientras salíamos de la casa y cerraba la puerta.

Estaba corriendo de un lado a otro tan feliz como una perdiz hasta que África me cogió. Entonces empecé a bailar entre sus brazos. ¡Íbamos a ir a la playa! ¡Llevaba un año esperándolo y al fin íbamos a ir a la playa!

- ¡Paya, paya!-miré a Ariadna.- ¡Tata, caillo e aena!-después llevé mi vista a África, yo sabía que a ella no le gustaba la playa así que apoyé mis manos en su pecho y la miré con una sonrisa.- Tata, io te cuido, ¿Ale?

También estaba emocionada por ir a la playa, así que me había portado bien y me había puesto yo sola el bañador.
Cogí dos cubos y dos palas para hacer castillos de arena en cuanto Carmen nombró arena, la miré y le sonreí.
Estaba impaciente por meterme en el agua. Me puse los manguitos en los brazos, solo se tenían que hinchar pero yo no sabía.

Cogí la mano de mi hermana mayor y fui dando saltitos, a Afri no le gustaba el agua así que me uní a lo que dijo Carmen.

- ¡Sí sí! ¡Yo también te cuido tata! - dije.

Finalmente conseguí meterlo todo: la mesa, la sombrilla, las colchonetas, la nevera, y las bolsas de toallas y demás...por no añadir todo lo que ya había dentro de por si.

Volví a insistir en que teníamos prisa y de nuevo las llamé- ¡Venga chicas! ¡O salis ya o nos quedamos en casa!

Me quedé apoyado en la chapa del coche, al lado del maletero, mirando el reloj, desesperado.

Castillos de arena... eso sonaba mejor. Sonaba a infancia, aquella maldita época de mi vida en la que comencé a tenerle miedo al agua, cuando las olas me sacaban mil y una cabezas y me ahorcaban entre los zarandeos de la marea.

Salí de casa con mis dos hermanas: una en brazos (Carmen) y otra cogida de la mano (Ariadna) y fui al coche. Primero metí a Carmen para poder ponerla en la sillita de viaje, atarle el cinturón, etc. luego em metí yo para estar en el medio para evitar que Ari saliese por los aires en caso de tener un frenazo y luego le abroché a Ari el cinturón de seguridad.

- Nosotras ya estamos.

África tomó a Ariadna de la mano y nos llevó hasta el coche. ¿Y yo por qué no podía ir andando? Sólo me gustaba que me cogiera papá en brazos, era tan fuerte...

Cuando mi hermana mayor me sentó en la silla de viaje -otra jaula, aunque al menos ésta era más divertida porque veías las cosas pasar- y me ató con el cinturón empecé a mover los brazos de forma agitada mientras abría y cerraba los puños.

- ¡Aiana, piaya, piaya!-chillé con una sonrisa de oreja a oreja mientras reía.

Me senté en el coche y África me puso el cinturón.
Después miré a Carmen y reí al verla tan emocionada, la verdad, es que yo también lo estaba.

- Te enseñaré a hacer castillos de arena, tati - dije con una sonrisa (a mi hermana pequeña la llamaba tati para diferenciar)

- ¡Vamos, papá, vamos! - dije dando pequeños botes en el coche.

Por fin estaban dentro, cerré la puerta del maletero y la del asiento de atrás donde estaba Ari. Entré por el asiento del piloto, me puse el cinturón y me aseguré que ellas también lo llevaban, después arranqué el coche...nos íbamos a la playa.

Vale, vale, ya nos vamos...calmaos- suspiré y comencé a conducir tranquilamente.

Después de abrocharme yo también el cinturón de seguridad y observar a mi hermanas emocionadas, me puse los cascos de música, que iban conectados a la vez al móvil, el cual tenía toda la música de Green Day que había podido meter.
Me crucé de brazos y me escurrí un poco en el sitio para estar más cómoda, en una posición informal y miré al frente, viendo pasar a través de la luna de nuestro coche otros coches de la carretera. El tráfico era fluído, por lo que seguramente no habría mucha caravana... y yo no tendría mucho tiempo para deleitarme con las canciones de mi grupo favorito, ya que en la playa seguro que me obligarían a al menos mojarme un poco en el... mar...
Respiré profundamente y cerré los ojos mientras en los cascos sonaba Hitchin' a ride.

Miré a Ariadna con mi amplia sonrisa y moví los brazos ágilmente.

- ¡Shí! ¡Caíllo e aena!-chillé moviéndome en la silla. Luego me quedé quieta y me apoyé en el cristal de la ventana para mirar a través. Ya me pondría a correr como una loca cuando llegáramos a la playa, mientras me estaría quietecita para tener contento a papá, y me puse a saludar a los coches que pasaban a nuestro lado.

Iba dando botecitos en el asiento emocionada mientras sonreía mirando por la ventana.
Después miré a África ponerse los cascos y escuchar música.
Volví a fijar la vista en la carretera impaciente.

- ¿Queda mucho? - pregunté.

Afortunadamente el viaje era tranquilo, las niñas tenía un nivel de revolución bajo y no había nada de tráfico salvo tres o cuatro coches que tenían el mismo objetivo que nosotros, la playa.
Tenía la vista fijada en la carretera, con las dos manos en el volante y en la radio estaban hablando de los últimos accidentes en verano, enseguida apagué la radio, no me apetecía que las niñas escucharan aquellas noticas.

Queda un poco, hija, se paciente- contesté a la pregunta que Ariadna me había hecho segundos antes.

Seguía escuchando música en mi móvil, el camino estaba siendo muy tranquilo, y eso era algo bastante raro contando con que Carmen y Ariadna iban en el mismo coche. Pasaron Longview, Minority, All by myself, Homecoming y Brain stew. Justo estaba sonando She cuando un capullo integral nos pasó a toda ostia por la izquierda para ponerse luego a la derecha, como zig-zagueando para adelantar a todos los coches en un completo estado de kamikaze.
Me quité los cascos corriendo y me incliné un poco hacia delante, señalando el coche que iba tan rápido.

- ¡Por Dios! ¡Papá, cuidado! -Ese capullo casi le da al morro de nuestro coche con el culo del suyo. Bajé la ventanilla de la parte de Carmen y me asomé un poco.- ¡Aprende a conducir, pedazo de imbécil! -Le hice un gesto con la mano al conductor inepto como diciéndole que usara los malditos intermitentes.

- ¡Ea oco!-exclamé repitiendo lo que papá había dicho... Bueno, a mi manera. No sabía hablar bien, cierto... Pero es que sólo tenía dos años ¿Vale?

Se montó un barullo con África gritando, nerviosa, coches haciendo cosas raras y luego mi hermana adolescente gritándole al conductor de al lado, estaba enfadada y me enfadé yo también. Di una palmada contra lo que quedaba subido del cristal y cara de mala leche mientras miraba al conductor.

- ¡Gilipolla!-chillé. Vaya, aquella palabra me había salido casi perfecta.

Estaba tranquila mirando por la ventana aunque seguía algo emocionada hasta que escuché a África chillar y entonces miré lo que pasaba un coche y casi se choca con el nuestro. ¡Qué guay hubiera sido! ¡Como los autos de coche!
Aun así imité a mi hermana mayor y también puse cara de cabreada.

- ¡Aprende a conducir, pedazo de imbécil! - chillé repitiendo lo que dijo mi hermana igual de fuerte o incluso más.

No sabía mucho de coches pero sí que sabía que habían lucecitas para decir que se va de un lado a otro. Aunque tampoco sabía de dónde venían las luces, a lo mejor habían luciérnagas dentro.

- ¡Existen los termitentes! - grité sin saber exactamente si la palabra estaba bien dicha.

La que se había formado en menos de un segundo, íbamos tan tranquilos cuando de repente nos pasó por al lado un coche a toda pastilla que quería adelantar, zigzageando sin control.

¡Aprende a conducir! ¿Dónde te dieron el carnet en una tómbola? ¡Estás loco!- le grité al conductor nada más se acercó a nuestro coche ya que tuve que dar un volantazo con las niñas dentro.

Enseguida se formó un tumulto en el asiento de atrás encabezado por África, seguido por Carmen y acompañado de Ariadna. Intenté calmarlas al tiempo que establecía el coche, podía hacer varias cosas a la vez.

¡África cálmate, ha sido un volantazo! ¡Carmen no debes decir eso! ¡África modera el lenguaje de tus hermanas! ¡Ariadna no imites a tu hermana! - me estaba volviendo loco y me iba a estallar la cabeza, ya que no se callaban, enseguida me acerqué al arcén y pegué un frenazo, me giré hacia ellas enfurecido

¡¡BUENO YA ESTÁ BIEN!! ¡¡A CALLAR TODO EL MUNDO!! - Exploté finalmente- Quiero silencio sepulcral hasta que lleguemos a la playa ¿Me habéis oído?- espeté y volví a arrancar el coche para seguir el viaje

Seguí gritándole cosas al tío kamikaze del coche con mis hermanas gritando cosas también por detrás. Cesé un momento para decirle a mi hermana Ariadna que no se decía termitentes, sino intermitentes y seguí refunfuñando en voz muy alta, sin hacer mucho caso a nuestro padre, que intentaba calmarnos en vano en el asiento del conductor.

Entonces pegó un frenazo de la leche y se giró para gritarnos y obligándonos a callar. Enmudecí al instante. Solo me faltó hacer un saludo militar y decir "señor, sí, señor".
Miré a mis hermanas de reojo y me aislé de nuevo de la situación poniéndome música en el móvil. Estaban sonando los acordes finales de Whatsername. Lástima, me gustaría haber llegado justo en el momento de solo de guitarra, pero no me apetecía volver a poner la canción, me daba pereza.

- ¡Temitente!-grité.-¡Iyiota!-papá se ponía nervioso y lo demostró estallando poco después de parar el coche por ahí. Papá daba miedo y yo me asusté.- Api...-sollocé en un murmullo cuando puso el coche en marcha otra vez. El labio inferior me tembló y, tras un llanto bajito, empecé a llorar.

- ¡Termitente! ¡Tonto! - chillé.

Fui maldiciendo cosas al conductor y solo paré cuando África me dijo que no se decía "termitente" sino "intermitente".

Después me volví a callar porque papá me asustó cuando había frenado y se había girado hacia nosotras para gritar que nos calláramos.
Hice un puchero y dejé mi labio sobresalido.
Miré a mi hermana.

- No te pongas así, tati. A veces a papá le pueden los nervios - dije en un susurro mientras me acercaba a ella y me apoyaba un poco encima de África, que estaba en medio de las dos.
Le acaricié la mano a Carmen para que no llorara más y volví a sentarme bien en mi sitio mientras miraba por la ventana con seriedad y silencio.

Terminé de hacer las cosas de la casa. Cuando no estaban las niñas era todo muuuuuucho más fácil. Decidí que era demasiado dejarle con las tres y me puse a organizar una bolsa con crema solar y cosas así para llevarme a la playa. Cuando estuve lista le dejé una nota a Leo y unos spaguetis en la nevera. Cogí el coche y arranqué hacia la playa.

Tal y como había pedido, las niñas se mantuvieron en silencio hasta que llegamos a la costa, se podía ver el mar desde la carretera y también se podía ver la montonera de sombrillas que había, iba a costar un montón encontrar aparcamiento.

Chicas, avisadme si veis algún hueco- les dije para que vieran que ya no estaba tan cabreado.

Entramos finalmente al aparcamiento y la gente de verdad que no tenía ninguna consideración con el resto de la gente. Suspiré y seguí buscando un hueco donde meter mi coche...

Había escuchado perfectamente a mi padre por encima de la música. No la llevaba tan alto por si tenía que intervenir si mis hermanas se ponían a pecar berridos o si mi padre hablaba, como había hecho momentos atrás.
Solamente asentí con la cabeza y miré hacia la izquierda.

- Papá, te acabas de pasar un hueco bien bonito. -Ironicé esas dos últimas palabras mientras seguía mirando indiferente por la ventana y "admiraba" el mar en el horizonte. Me cago en la leche, incluso dentro del coche me sentía insegura.

Miré a mi hermanita Ariadna y dejé de llorar poco a poco tras asentir enérgicamente con la cabeza. Me sequé las lágrimas con una mano y miré al frente.

- En onito.-repetí las palabras de África... Em... A mí manera. Papá parecía ahora más calmado.

Sonreí cuando mi hermanan dejó de llorar y después miré por la ventana para buscar algún sitio.
Mi vista se quedó en el aparcamiento donde dijo África y después vi uno más adelante y lo señalé rápidamente.

- Ahí, ahí - dije.